Las relaciones comunitarias y personales son decisivas en un desastre

Por Mary Frances Schjonberg
Posted Nov 2, 2012

La Obispa Victoria Matthews dirige una oración luego del terremoto de septiembre de 2010. Foto/Anglican Taonga

[Episcopal News Service – Auckland, Nueva Zelanda] Lo mejor que las personas de fe pueden hacer inmediatamente después de los desastres naturales es ofrecer un sentido de comunidad y conectarse personalmente con sus vecinos, en opinión de la obispa Victoria Matthews, de la diócesis de Christchurch en Nueva Zelanda.

Matthews está a la cabeza de los anglicanos en la ciudad de  Christchurch y sus alrededores en el sur de Nueva Zelanda. La ciudad y sus suburbios aún se están recuperando de una serie de terremotos y sus secuelas desde que sufrió la sacudida de un sismo 7,1 de magnitud el 4 de septiembre de 2010. Un temblor de magnitud 4,9 el 26 de diciembre de 2010 y otro de 6,3 siguió a ese el 22 de febrero de 2011. El último terremoto mató a 185 personas y averió la catedral de la diócesis en el corazón de la ciudad.

La obispa habló con Episcopal News Service después que se recibieron las noticias de la devastación provocada por el huracán Sandy, mientras ella asistía a una reunión del Consejo Consultivo Anglicano en esta ciudad. En los meses transcurridos desde el terremoto de septiembre de 2010, Matthews dijo haber aprendido mucho respecto a cuál debe ser la posición de la Iglesia en casos como estos.

Inicialmente, dijo la obispa, ella le dijo al clero “ante todo, cerciórense de que sus familias estén bien”, pero luego salgan y hablen con la gente, y animen a los que encuentren a hacer lo mismo con sus vecinos.

Su consejo al clero diocesano fue “salgan, lleven su alzacuello puesto y pregúntenles a las personas cómo están”.

Matthews añadió que algunos expertos le dijeron que era mejor no tratar de sostener largas conversaciones con las personas acerca del desastre “porque eso los re-traumatiza”, más bien hacerle saber que a alguien le importa lo bastante encontrarlas y preguntarles cómo están.

Y esa labor debe continuar mucho después de los primeros días llenos de ansiedad, agregó Matthews.

Aun ahora, más de dos años después del primer terremoto de esta traumática serie, la diócesis todavía auspicia programas de alimentación en los suburbios del este de la ciudad, donde la tierra se vio muy afectada por la licuefacción durante los temblores. Los suburbios del este son en general más pobres que otras partes de Christchurch.

La diócesis ofrece los programas de alimentación no porque las personas estén hambrientas, explicó Matthews, sino “porque la comunidad  levanta la capacidad de resistencia”.

Ella ha estado estudiando el concepto de resistencia y ha llegado a reconocer que “la Iglesia es uno de los puntos de apoyo para la resistencia en todas las comunidades”.

Pero, si la comunidad es un punto de la escala de la resistencia,  las relaciones personales son otro punto de la escala, según Matthews. La gente debe dirigirse a sus vecinos, agregó, y preguntarles “cuentan con dos o tres personas —o incluso una persona— con quienes tengan realmente una firme relación personal.

“Porque si cuentas con alguien a quien volver cuando la situación es realmente difícil —y ésta ha sido difícil— saldrás adelante, afirmó Matthews.  “Pero si estás aislado y nadie se acerca para decirte que estará dispuesto a ayudarte, no saldrás adelante. Es tan sencillo como eso”.

Y, debido a esa sencillez, las iglesias diocesanas se han dedicado a hacer lo que la obispa llamó una costumbre pasada de moda: “tocan a las puertas”. Los miembros han hecho ya cuatro rondas en los suburbios del este, contó ella.

“Tocamos a las puertas y si la puerta se nos abre, decimos que sólo estamos allí para interesarnos por ti” dijo Matthews y añadió que la persona que llama pregunta lo que el residente necesita, si consigue lo suficiente y “si puedes ir a la tienda por tus víveres”.

“En algunos casos, si se produce un diálogo religioso, ofrecemos orar con ellos, pero no se trata de evangelización”, apuntó Matthews. “Esto es el pueblo de Dios conectándose con el pueblo de Dios para la gloria de Dios”.

“Ha hecho muchísimo bien, de manera que no deberíamos jamás olvidar esa [relación] de uno en uno. Las comunidades son estupendas, pero la [relación] personal es de igual importancia’”.

Matthews también sugirió en estos días después del huracán Sandy, que es importante recordar que “todo el mundo se siente…incompetente y desde luego uno lo es porque se trata de un huracán…todos somos incompetentes”.

La obispa conoce de primera mano el trauma [que provoca] un desastre. Ella se encontraba en un edificio público a tres cuadras de las oficinas diocesanas cuando se produjo el terremoto de febrero de 2011 y, junto con otras personas, se refugió debajo de una mesa. Más tarde se dio cuenta de que parte del edificio donde estaban se había derrumbado.

En la noche del 23 de febrero, Matthews estaba en la ciudad de tiendas que se había levantado en el parque Hagley, el mayor espacio abierto de Christchurch. Contó que observaba a las personas y conversaba con ellas mientras se dirigían por centenares, debajo de la lluvia, hacia el albergue.

El hogar de Matthews quedó mucho más afectado en ese temblor que en el de septiembre de 2010, y por cierto tiempo ella no estaba segura donde dormiría y andaba en busca de lugares para cargar su teléfono celular.

Una primera prioridad para ella en ese momento era encontrar una iglesia “preferiblemente con agua corriente”, que esté segura, y que pueda convertirse en el centro neurálgico de la ayuda diocesana y del empeño pastoral.

“Quiero abrir eso como un lugar de asistencia permanente, donde las personas puedan venir y orar y recibir atención pastoral —y un lugar que el clero pueda usarlo como base para salir por las calzadas y por los caminos para ofrecer cuidado pastoral”, dijo ella entonces.

– La Rda. Mary Frances Schjonberg es editora y reportera de Episcopal News Service. Traducido por Vicente Echerri.