Ministerios creativos brindan esperanza a mujeres delincuentes

Por Pat McCaughan
Posted Sep 14, 2012

Casey Hill en la Casa Craine de Indianápolis.

[Episcopal News Service] Casey Hill pasó el día buscando empleo, en busca de posibles pistas y rellenando formularios por Internet en una biblioteca cercana antes de regresar a Casa Craine [Craine House], en el norte de Indianápolis, que ha sido su “hogar” durante cuatro meses.

“Llené un millón de planillas para cualquier clase de trabajo, por si alguien me va a contratar”, dijo Hill, de 26 años y con seis meses de embarazo, cansada y deseosa de comerse unas panetelitas  con salsa. “Encuentro que es muchísimo más difícil conseguir un empleo cuando en los lugares ven que una esta embarazada”.

Ella descubrió que estaba embarazada durante su ingreso en el Centro Correccional de Rockville, una instalación de mediana seguridad y la prisión de mujeres más grande de Indiana.

“Un tipo con el que estaba saliendo se robó algunas cosas y las encontraron en mi poder”, explicó ella. “Me acusaron de recibir propiedad robada y me enviaron a prisión en febrero de 2012”.

Luego ocurrió el milagro
Le ofrecieron la oportunidad de cumplir su sanción en la Casa John P. Craine, un ministerio de la Diócesis de Indianápolis que durante 33 años ha brindado alternativas a penadas no violentas con niños de edad preescolar. El programa permite que las mujeres cumplan sus sentencias junto con sus niños.

“Me acabo de graduar de un curso intensivo externo sobre consumo de drogas”, dijo Hill, una ex heroinómana a quien le falta un diente delantero.

“He terminado los cursos de maternidad y estoy tomando una clase de preparación laboral y otra de estrategias para la vida cotidiana” así como recibiendo consejería.

Para Hill y las otras mujeres que residen en el hogar de nueve dormitorios la experiencia “significa un poco más de libertad”. [El lugar] brinda un ambiente de apoyo y formación para las madres y sus hijos. Semanalmente, hay  “sesiones de mujeres prudentes donde todas podemos sentarnos y hablar y darnos a conocer mutuamente lo que hacemos. Los fines de semana todo el mundo arrima el hombro y cocinamos juntas”.

Algunas mujeres se quedan hasta dos años. La liberación o la “salida” de Hill fue el 6 de septiembre. El tiempo pasado en Casa Craine “ayudó a prepararme para el bebé, en lugar de botarme de la prisión con nueve meses de embarazo”, apuntó.

Tannika Patton es la directora del programa en Casa Craine, la cual después de relocalizarse en enero de 2013 podrá darle albergue a 30 residentes. “[La institución] fue fundada en 1976 por John P. Craine, un sacerdote episcopal que vio la necesidad de este tipo de programa”, dijo Patton.

La vivienda de tres plantas incluye dormitorios para nueve residentes, cocina, sala y comedor y áreas comunes, como son un cuarto de juegos, un aula y la oficina de la administración.

“Me encanta mi trabajo”, añadió Patton. “A las residentes les dan la oportunidad de adquirir su  Diploma de Equivalencia Escolar (GED, por su sigla en inglés) así como otras destrezas para la vida cotidiana que ayudan a prepararlas para el reingreso a la comunidad y para labrarse un mejor futuro para ellas y sus hijos”, explicó Patton.

El ministerio intenta romper los ciclos asociados con los hijos de delincuentes o de quienes viven en hogares donde hay consumo de drogas y violencia doméstica, los cuales, según la página web de la Casa Craine, “tienen hasta un 70% de posibilidades de convertirse en perpetradores o víctimas de violencia doméstica y muchas más probabilidades de cometer delitos violentos. Los hijos de madres presas tienen cinco veces más probabilidades que sus iguales de terminar en prisión”.

Según la página web, la Casa Craine ha alcanzado una tasa de reincidencia de un 20 por ciento —capacitando a mujeres jóvenes que han hecho malas elecciones en el pasado a convertirse en madres responsables y en miembros productivos de la comunidad”.

Hill no desperdiciará la oportunidad. “Nadie quiere estar fuera de su casa y embarazada.  Estoy haciendo muchísimo por permanecer fuera de prisión”.

‘Dinero ilícito’ y ‘danza moderada’ en Misurí
La Rda. Dietra Wise se vale de su música hip hop hip y de prácticas de “danza moderada” para llegar a mujeres delincuentes juveniles a través de Misión Episcopal de la Ciudad [Episcopal City Mission], un ministerio de la Diócesis de Misurí.

La Rda. Dietra Wise aconsejando a una reclusa.

“Tenemos conciertos trimestrales de hip hop con poetas y artistas de rap que tienen un fundamento religioso”, dijo Wise durante una entrevista telefónica reciente. “Compartimos el ministerio y la música; tiene un convincente mensaje cultural con las jóvenes. Les comunica un mensaje positivo, les hace saber lo mucho que Dios las ama y lo mucho que a Dios le falta hacer con ellas”.

La música que ella usa es Inspiracional, hip hop basada en la fe. “No usamos el contenido que ellas escucharían, aunque no se dan cuenta cuando lo escuchan por primera vez”, dijo Wise.

“Lleva tiempo entender el mensaje que se transmite. Suena como su música, pero les hago escuchar la letra y entender el mensaje que Dios podría estarles enviando a través de la canción”.

Como ‘Dinero ilícito’ de Flame, un artista cristiano de hip hop:

“Hace tiempo ganaba mucha plata
y luego me salvé.
Bajaron mis ingresos, pero me bendijeron.
Muchos problemas los resuelve el dinero
pero si cuando Él abra el cielo
andas por mal camino
va a ser algo grotesco,
un complete desastre
muertos por todas partes
perdidos para siempre,
más te vale oír el canto
del Espíritu Santo
saltando, moviéndose, chocando
adentro de tu pecho…”

“Usé esta canción porque muchísimas de ellas iban a esas casas de la comunidad donde se venden drogas y de donde provienen la mayoría de los problemas de la comunidad”, dijo Wise. “La canción habla de que el dinero ilícito puede venir bien, pero trae consigo toda clase de problemas”.

La “danza moderada” es otro modo de conectarse con las delincuentes juveniles. “Es un gran ejercicio, por una parte. Coreografiamos las danzas y luego las presentamos en eventos del ministerio, en iglesias y en ocasiones especiales. Intentamos crear un espacio para los que se considerarían grupos de jóvenes en cualquier otro sitio, un espacio donde los jóvenes puedan crecer espiritualmente.

“Pero es un poco más difícil que el ministerio de los jóvenes promedio, en lo que respecta a tema y contenido, los asuntos de los que hablamos, porque lo que ellas nos traen es… drogas, sexo, bebés, paternidad. Un porcentaje tiene graves problemas y tienen que cambiar o  van derecho a la prisión”.

Wise aconseja a estas jóvenes, en su mayoría de 12 a 17 años. “Aunque las he visto hasta de nueve años” que han cometido delitos que van desde pequeñas infracciones hasta crímenes graves, e incluso asesinatos. Ella presta servicios en varios instalaciones de jóvenes en el área de San Luis y sus alrededores.

Una mujer joven a quien Wise supervisa tiene 18 años y se vio involucrada en un caso que finalmente envió a su madre a prisión. “La damita se libró porque nunca había estado ante un tribunal y quedó determinado que estaba bajo la influencia de su madre. Ahora ella está por su cuenta… pero tiene muy poco apoyo. Y está embarazada”.

A la chica tutelada le va bastante bien en la escuela, terminó su GED, pero la disfunción de la familia y la falta de apoyo familiar significa “que ha resultado difícil hacerla salir del vivir día por día”.

Wise también ha llevado a esta muchacha a visitar a su madre a prisión, y a otras salidas. “Trato de que participen tan sólo en cosas que sean útiles, como una entrevista de trabajo o llevándolas a la universidad”.

La diócesis financia el 90 por ciento del ministerio, dijo. “De manera muy cierta el ministerio no existiría sin la Diócesis Episcopal de Misurí y sus iglesias”.

Las iglesias locales también celebran mensualmente fiestas de cumpleaños para las adolescentes, al tiempo que patrocinan y les dedican tiempo a las jóvenes, que necesitan desesperadamente amor y atención. “A ellas les gusta la gente de la iglesia. Participan en toda clase de recaudación de fondos durante el año y participan en los programas de visitaciones voluntarias a las chicas que no tienen visitas”, dijo Wise, que fue ordenada en la Iglesia de los Discípulos de Cristo.

Una nueva concepción de la vida en Los Ángeles
La monja episcopal Greta Ronningen reunió en agosto a laicos y clérigos voluntarios para un día de apoyo con 65 jóvenes encarceladas en el Centro de Detención Juvenil Los Padrinos, cerca de Los Ángeles. Las muchachas tienen entre 13 y 18 años de edad, y enfrentan toda una gama de cargos, que van desde infracciones menores a delitos graves.

El evento de tres horas de duración incluyó música, poesía y  presentaciones de parte de algunas de jóvenes mismas, explicó Ronningen.

“Sólo queríamos estar con estas muchachas y ayudarlas a tener una nueva idea de sí mismas”, dijo durante una reciente entrevista telefónica. “El amor transformador sencillamente se hacía sentir en el lugar.  Salvó las barreras entre nosotros y ellas y eso fue lo que resultó tan hermoso. Era como decir, somos una familia y cuidamos de ustedes”.

Gracias a una subvención de tres años de la Fundación de la Iglesia Episcopal para ministerios transformacionales, Ronningen  puede ofrecer clases a las reclusas juveniles sobre estrés, ira, perdón, poder y control, relaciones abusivas y restauración, así como métodos para respirar, meditar y otras destrezas para enfrentarse a los problemas. Hay también oportunidades para formación cristiana y formación religiosa, para la profundización de las relaciones con Dios.

Ella ha servido durante casi cuatro años como capellana de Prisma [Prism], el ministerio de justicia restauradora de la Diócesis de Los Ángeles. También visita a los reclusos de la instalación de Las Torres Gemelas en el centro de Los Ángeles y otras centros penitenciarios. Es miembro fundadora de la Comunidad del Amor Divino, una orden religiosa episcopal de tradición benedictina, que tiene su sede principal en San Gabriel.

Varias muchachas, cuyas identidades no se revelaron a petición suya, crearon una obra de teatro con Ronningen para abordar problemas que van desde la prostitución hasta el robo y el asesinato, problemas con que las chicas se enfrentan en sus propias vidas.

Los personajes incluían “la madre borracha”, papel encarnado por Ronningen, así como la “Ana la Santa, Wendy la Herida, Angie la Furiosa, Casey la Cortadora y Suzy la Drogata”. Las chicas también crearon pancartas con afirmaciones y meditaciones aprendidas de los clérigos y los voluntarios.

“Queríamos animar a todas esas muchachas a saber que son hechas a imagen de Dios y que dentro de cada una de ellas reside el Espíritu Santo en amor. Todas ellas tienen que emprender un camino para la restauración. Ya que muchas han sido lastimadas y heridas en sus breves vidas más que la mayoría de las personas en su vida entera.

—La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service y está radicada en Los Ángeles. Traducido por Vicente Echerri.