Convención General Sermón predicado por Stephanie Spellers

Posted Jul 11, 2012

La Rda Stephanie Spellers. Foto/Janet Kawamoto

[Episcopal Church Office of Public Affairs] El siguiente sermón fue presentado hoy en la 77a Convención General de la Iglesia Episcopal, que se reúne en Indianápolis, Indiana, hasta el 12 de julio.

Oren como lo sienten
Homilía para la Eucaristía de la Comunidad en la Convención General de la Iglesia Episcopal (11 de julio de 2012)

Por la Rda. Stephanie Spellers

(Cantado) Espíritu del Dios vivo cae con frescura sobre mí. Espíritu del Dios vivo cae con frescura sobre mí.

Derríteme, moldéame, lléname, utilízame. Espíritu del Dios vivo cae con frescura sobre nosotros.

Si ustedes quieren saber lo que creen los anglicanos, vean cómo oran. Bueno, acabamos de rezar: “Danos la gracia, siguiendo las enseñanzas y el ejemplo de tu siervo Benito, para caminar con corazones amorosos y decididos en la escuela del servicio del Señor”. Es una hermosa oración. Por supuesto, espero que lo sintamos.

Benito de Nursia apareció en escena en la Italia del siglo sexto, cuando la corrupción había saturado la iglesia. Incluso los monjes estaban haciendo sus propias cosas, indistinguibles de la cultura en general.

La fe no cambió a nadie y no le costó nada a usted. Era como el hombre del evangelio de esta mañana, que un buen día decidió, “construir una torre”, a pesar de que no tenía idea de lo que costaría, o el sacrificio que tendría que soportar. En los días de Benito, la gente se decía cristiana, pero no tenía ningún interés en cargar la cruz y transformase en gente de Jesús. ¡Imagínense eso!

Pero Benito quería ser cristiano. Quería que Jesús le derritiera, moldeara, llenara y utilizara, y quería estar rodeado de compañeros que le mantuvieran e impulsaran durante ese cambio. Así que fundó una nueva comunidad monástica, una “escuela al servicio del Señor” formada en torno a tres compromisos. Son – por favor me acompañen al mencionar el latín y respondan- stabilitas, obedientia, conversatio morum. Si ustedes oran para seguir los pasos de Benito, tienen que saber esto.

Stabilitas: la estabilidad, el permanecer con su comunidad. Obedientia: la obediencia, obededer a la autoridad de la comunidad y de Dios. Y luego estaba el compromiso más distintivo, al cual todo lo demás apuntaba: conversatio morum. Es una frase intraducible que significa comprometerse con esta norma, llevar la cruz, abrazar Al Otro, y confiar en que Dios está utilizando todo esto para convertirles a ustedes, transformarles y, en última instancia, bendecirles.

Stabilitas, obedientia y conversatio morum. Estas son las enseñanzas básicas de Benito. Hemos orado por la gracia de seguir su ejemplo. Espero en Dios que lo sintamos.

Ya sé que lo sentimos de muchas maneras, porque las marcas se notan en toda mi vida. Yo soy un libro de texto de la Generación Xer, por lo que nunca he estado muy inclinada a la estabilidad y aún menos a la obediencia. Hasta hace 12 años, yo he estado vagando de la iglesia a la “sangha” y al compañerismo. Cuando me enteré de este cuerpo, encontré lo que tanto había deseado, y mucho de lo que no nunca hubiera pedido y ahora no puedo imaginarme vivir sin ello. Una mesa (altar) en la que Jesús vive, no en memorial sino encarnado. Una liturgia que aún vibra con los ritmos del ordo antiguo. Una tradición teológica que tiene sentido para mí en la cabeza, en el corazón y en el intestino. Una vida consagrada como sacerdote, obediente al llamado de la iglesia y de Dios.

Me encanta esta iglesia. Es, fácilmente, la más larga relación de compromiso que he mantenido. Mi madre vino hoy conduciendo desde Kentucky, no sólo para oírme, sino para darles las gracias. La Iglesia Episcopal me ha dado stabilitas y obedientia, y sé que mi salvación depende de la conversión que Dios está obrando en mí aquí con ustedes.

Pero si mi mamá bautista condujo todo esto hasta aquí, si usted, mi familia de iglesia, se han levantado para la penúltima eucaristía de la Convención, entonces tengo que ser honesta y contarles el resto de la historia. Y lo que he visto es que nos gusta orar por estos compromisos, y nos gusta vivirlos siempre y cuando no nos cambien demasiado.

Si alguna vez quieren poner a prueba ese compromiso, Benito les pediría que dieran un vistazo a la hospitalidad. Él estaba obsesionado con la buena acogida de El Otro. En su regla, escribió: “Que todos los huéspedes que llegan sean recibidos como Cristo, porque Él va a decir, ‘Vine como un huésped y me recibieron”. Benito pidió a sus monjes que ofrecieran oraciones y alabanzas cuando alguien llegara a la puerta, especialmente a los pobres y a los deshonrados. Envíen al abad, al hermano hospedero, a toda la comunidad a inclinarse y lavar los pies del huésped.

Y recuerden: esto no se refiere, ante todo, a la comodidad del extraño. Esta disciplina se refiere a ustedes: que reciben, que se humillan y se preocupan, que se convierten y son bendecidos por Dios. Si ustedes están verdaderamente arraigados en Cristo, si son obedientes a sus mandamientos, si se han rendido al misterio de la conversatio morum, recibirán Al Otro como a Cristo, y serán cambiados.

A lo largo de la presente Convención, hemos orado y proclamado nuestro deseo de dar la bienvenida a las nuevas generaciones y culturas, de buscar y servir a Cristo en todas las personas. ¿Lo decimos en serio? ¿Queremos cambiar lo que implica la hospitalidad? Es confuso decirlo. Nos reímos del estándar de la hospitalidad episcopal: “¡Bienvenido! Este es el Libro de Oración Común. Obedézcalo. Esta es nuestra tradición musical. Domínela. Esta es nuestra herencia inglesa. Adóptela. Este es nuestro sentido del orden. Internicela. ¿Y los dones de su cultura de origen, su cultura de jóvenes, de su cultura de clase inferior? Por favor, déjenlos a la puerta y recójanlos a la salida. No son lo suficientemente episcopales”.

No creo que no queramos ser amables o queramos ser displicentes. Creo que nos encanta lo que hemos recibido y lo más natural del mundo es compartirlo con los demás en esa misma forma. Creo que tenemos miedo que al abrirnos a una transformación de dos vías con El Otro podamos borrar las mismas características que en primer lugar pudieran atraerlo.

Benito hubiera dicho que no es así. Valoren la stabilitas. Aférrense a lo que es santo y verdadero. Luego, estiren la otra mano para recibir a ese extraño, y a la santidad y la verdad que tienen, para que ustedes puedan recibir la bendición y la conversión que Jesús quiere ofrecerles a través de ellos.

El miedo grita, “¡cierren filas!” Solamente la oración nos mantiene lo suficientemente abiertos para decir: “Estos son nuestros elementos esenciales, lo que hemos amado. ¿Cuáles son sus dones, expresiones y sabiduría? ¿Cómo podemos tejerlos y construir una iglesia, proclamar el evangelio, de una manera más plena de lo que ninguno de nosotros pudo imaginarse?” El miedo dice: “Yo podría perderlo todo”. La oración nos permite decir: “Estoy confundido, tengo miedo, pero acepto esta muerte y resurrección, este sacrificio y bendición, esta transformación en la plenitud de Cristo. Y, sí, le abrazo a usted”.

Sigan orando con nuestro hermano Benito. Rueguen a Dios que es nuestro creador y áncora, el Dios que nos redime, y el Dios que nos agita y nos convierte. Oren para que Dios nos derrita, nos moldee, nos llene, nos utilice. Y luego, tengan cuidado, porque podría hacerlo. Amén y Aleluya.


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