Algunas resoluciones sobre la Santa Comunión se presentarán a debate

Sobre el tapete: personas no bautizadas que reciben la Eucaristía

Por Mary Frances Schjonberg
Posted May 18, 2012

La Convención General de la Iglesia Episcopal debatirá quién puede recibir la comunión. Foto/Mary Frances Schjonberg

[Episcopal News Service] La joven mujer que acudió a la iglesia episcopal de San Marcos [St. Mark’s] en Hood River, Oregón, se veía alterada y preguntó si la iglesia le ofrecería la comunión.

“Realmente necesitaba algún apoyo ahora mismo y siento como si empezara con eso”, le dijo a la Rda. Anna Carmichael, la rectora de la parroquia.

El problema era que, si bien la mujer había asistido a varias iglesias, “nunca había sido formalmente bautizada y, no obstante, esa necesidad de sentirse en comunidad y la necesidad de sentirse apoyada tenía, en su mente, algo que ver también con la comunión”, explicó Carmichael.

“Yo sencillamente no podía decirle que no, lo siento no te puedo ofrecer eso”, precisó la rectora de la Diócesis de Oregón Oriental durante una entrevista reciente.

Existe una tensión, dijo entre “la teología que respalda la importancia del bautismo”, algo que según ella tiene “una increíble significación para mí” y “la auténtica realidad vivida de que hay personas que necesitan encontrar apoyo en su comunidad”.

He ahí un ejemplo del modo de pensar que respalda la propuesta de [la diócesis de] Oregón Oriental de que la Convención General permita a las congregaciones de la Iglesia “invitar a todos al altar para la Santa Comunión, independientemente de edad, denominación o bautismo”. La Resolución C040 de Oregón Oriental allanaría el camino para esta invitación mediante la eliminación del Canon I.17.7, que dice que “ninguna persona no bautizada podrá recibir la Sagrada Comunión en esta Iglesia”.

Es una de las dos resoluciones sobre el tema que la Convención tomará en consideración cuando se reúna del 4 al 12 de julio en Indianápolis. La diócesis de Carolina del Norte ha propuesto una revisión a largo plazo del asunto. La Resolución C029 pide que una comisión especial lleve a cabo “un estudio de la teología subyacente en el acceso al Santo Bautismo y la Santa Comunión” y recomienda a la 78ª. Convención General cualquier enmienda al Canon I.17.7 que crea necesaria.

Los textos de ambas resoluciones pueden encontrarse aquí. La de Oregón está acompañada por una declaración diocesana que explica su postura al respecto.

Esta será la segunda vez en los últimos años que se presenta ante la Convención lo que llaman, de diversa manera, comunión abierta, mesa abierta y comunión de los no bautizados. En 2006, la Convención General ratificó (a través de la Resolución D084) el Canon I.1.17 y pidió al Comité de Teología de la Cámara de Obispos y a la Comisión Permanente sobre Liturgia y Música [SCLM] que presentara a la reunión de la Convención de 2009 “una interpretación pastoral y teológica de la relación entre el Santo Bautismo y la práctica eucarística”.

En su informe a la Convención en 2009, la SCLM dijo que había estado en contacto con el comité de los obispos y que “estaba dispuesta a cooperar con ellos en el futuro sobre este importante asunto”.

Los obispos reportaron que había un estudio “en marcha”. En junio de 2009, el comité circuló [el documento] “Reflexiones sobre el Santo Bautismo y la Santa Eucaristía: una respuesta a la Resolución D084 de la 75ª. Convención General”, que posteriormente se publicó en Anglican Theological Review. El comité la llamó una “nota promisoria” porque “no suponemos que ésta sea nuestra última palabra en estas materias”.

“Es esencial entender las conexiones litúrgicas y doctrinales entre el bautismo y la Eucaristía, especialmente en una Iglesia que ha estado redescubriendo la centralidad del bautismo¨, escribieron los miembros en su conclusión. “Invitamos a la Iglesia [a participar] en esta labor”.

Este año, el comité de teología de los obispos informó en el Libro Azul (a partir de la página 51, aquí), que se está “emprendiendo un renovado compromiso con la teología de la Eucaristía”. [Los obispos] advierten lo que llaman “la práctica continua (y controversial) de invitar al no bautizado a recibir la comunión” y sugirieron que se necesitaba “una interpretación renovada y fundamental de la asamblea eucarística y de la celebración eucarística como la reunión por excelencia del pueblo de Dios”.

Carmichael dijo que Oregón Oriental comenzó a debatir lo que ella llamó “la cuestión de la práctica versus la teología” durante su convención [diocesana] de 2010 y convino en presentar una resolución a la Convención General.

“Para mucha gente aquí en la diócesis ya hemos comenzado a vivir en la práctica, que sé que nos coloca en una situación difícil, pero ésa es la realidad”, y agregó, “no verificamos a la entrada el carné de identidad” y a los desconocidos que se acercan a recibir la comunión no les preguntamos si han sido bautizados”.

“Sentimos que ha sido una realidad vivida por nosotros e imaginamos que puede ser cierto en otras diócesis también”, recalcó Carmichael.

La Rda. Beth Wickenberg Ely, canóniga para el ministerio regional en Carolina del Norte y presidente de la diputación a la Convención de esa diócesis, se hizo eco del mismo sentimiento. “Nuestra reacción visceral es que no solamente nosotros nos enfrentamos a esto”, dijo ella en una entrevista reciente. “Creemos que es probable que esto sea cierto para todas las diócesis”.

“Todos los domingos nos enfrentamos con esto”, agregó. “No es sólo una cosa de Navidad y Pascua. Si algo forma parte de nuestra vida en común, realmente debemos sacarlo a relucir y hablar sobre el asunto”.

De ahí, la propuesta de la diócesis de que la Iglesia estudie el fenómeno.

El diputado Joe Ferrell, profesor de derecho público en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, defendió la resolución de su diócesis, no porque él se oponga a una comunión abierta, sino porque “tenemos un canon que específicamente lo prohíbe y mi punto de vista siempre ha sido que no escogemos las leyes que obedeceremos, a menos que nos veamos obligados a hacerlo por una superior autoridad moral, y yo no creo que este asunto nos lo imponga ese tipo de autoridad, de manera que debemos hacer algo con el canon”.

Ferrell dijo que si él “pudiera agitar mi varita mágica” el canon sería revocado.

“Nos quedaríamos con las rúbricas del Libro de Oración, que creo son perfectamente adecuadas”, dijo él en una entrevista. Al recordarle que el Libro de Oración Común guarda silencio sobre el tema, se rió entre dientes y replicó “así es, así es”.

Habiéndose criado en la Iglesia Episcopal, Ferrell, de 73 años, se acuerda [de la época] anterior al Libro de Oración Común de 1979, cuando la Eucaristía no era el oficio principal cada domingo y cuando la comunión rara vez formaba parte de bodas y funerales.

“Ahora es cosa corriente y, en particular en bodas y funerales, uno tendría graves problemas pastorales si intentara restringir a quien va a ser bienvenido al altar”, dijo. “Y lo tienes en alguna medida los domingos por la mañana”.

Su “conclusión” es ésta: “el clérigo que sienta que esto es importante desde un punto de vista pastoral no debería ser puesto en la posición de violar a sabiendas un canon que no podría ser más explícito”.

Los cánones de la Iglesia Episcopal sólo contienen una versión del Canon I.17.7 desde 1982, aunque el bautismo como un prerrequisito para la Santa Comunión se arraiga en los orígenes de la Iglesia cristiana primitiva. Al parecer la tradición se enuncia explícitamente en los cánones de la Iglesia Episcopal debido a un acomodo legislativo entre dos resoluciones en conflicto. En la Convención de 1982, reunida en Nueva Orleáns, los diputados y los obispos opusieron dos resoluciones que trataban sobre el Canon titulado “De las regulaciones respecto al laicado” (numerado entonces como Canon 16 del Título I).

La Resolución A48 (presentada por la Comisión Permanente sobre Relaciones Ecuménicas y que se puede consultar aquí a partir de la página 60) fue motivada por un mandato de la Convención de 1979 que mostraba cómo la Iglesia podía poner en práctica la declaración ecuménica, que entonces tenía seis años de emitida, “Hacia un reconocimiento mutuo de miembros”, que pedía se entendiera que el bautismo inicie a las personas en la totalidad de la Iglesia cristiana, según el suplemento de 1989 a la versión clásica anotada de la Constitución y Cánones de Edwin White y Jackson Dykman (hay un enlace disponible aquí).

La Resolución A78 (presentada por la Comisión Litúrgica Permanente que se puede consultar aquí a partir de la página 154) se basaba más específicamente en la interpretación de que la Iglesia Episcopal ahora consideraba el bautismo como la entrada de uno en la plena vida de la Iglesia. (En muchas partes de la Comunión Anglicana, si no en la mayoría, la confirmación sigue siendo un requisito antes de recibir la comunión).

“Las dos resoluciones reflejaban criterios y propósitos que diferían notablemente”, escribieron los autores del suplemento. “El diputado Charles Crump, de Tennessee, percibiendo los problemas inherentes a estas propuestas, así como el vasto tiempo legislativo y el debate que se consumirían en los plenos de cada cámara, redactó la Resolución A048 como un avenimiento”.

Los cambios que se reflejan en las tres resoluciones resultaron revolucionarios para muchos. Permitir que personas no confirmadas reciban la comunión era un cambio importante, como era la implicación adjunta de que los niños no tenían que alcanzar una indefinida “edad de discreción” antes de acercarse a la baranda del comulgatorio.

La tradición de la edad persiste en algunas familias y en algunas partes de la Iglesia Episcopal, la cual aún se empeña en reescribir sus cánones para adaptarse a la teología bautismal del Libro de Oración Común. Un resumen de parte de ese trabajo hecho por la Comisión Permanente sobre la Formación Cristiana y la Educación de por Vida comienza en la página 153 del Libro Azul de este año.

Sin embargo, el requisito del bautismo antes de la Eucaristía se mantiene y se remonta a la Iglesia primitiva. Por ejemplo, la Didajé, un catecismo que data de fines del siglo I o principios del siglo II, le dice a los cristianos “…pero no dejéis a nadie comer o beber de vuestra Eucaristía, a menos que haya sido bautizado en el nombre del Señor…” Y los eruditos sugieren que existen pruebas de fuentes litúrgicas de la Iglesia primitiva, incluida la Tradición Apostólica de Hipólito de Roma, de que los miembros no bautizados de la comunidad cristiana tenían que ausentarse completamente de la liturgia eucarística después de la proclamación de la Palabra.

Carmichael se remitiría a una fuente aún más antigua.

“Ésa es nuestra fabricación en torno al asunto, porque Jesús nunca dijo que uno tenía que tener el bautismo antes de sentarte a comer con él”, apuntó. “Luego, éste es el desastre que hemos creado y a veces me pregunto si en el gran plan de todas las cosas eso realmente importa. Cuando lleguemos al cielo, ¿a Jesús lo entusiasmará más que hayamos invitado a la gente o que le hayamos dicho a uno que puede venir y a otro que no puede?

Wickenberg Ely en Carolina del Norte sitúa al menos parte del problema en el contexto de la cuestión de la diversidad. “Creo que hemos sostenido la conversación acerca de la diversidad ad nauseam, pero no creo que lo hayamos tenido en el contexto de la mesa abierta”, dijo ella en una entrevista. “Para mí se trata de la diversidad, luego, ¿a quiénes vamos a dejar fuera? La respuesta, la respuesta bíblica a eso es: [no hay que dejar fuera] a nadie que quiera venir”.

El tema de la mesa abierta es también parte del conflicto de la Iglesia Episcopal “acerca de quiénes somos como Iglesia en el siglo XXI”, agregó.

Wickenberg Ely señaló que muchas personas que vienen a la iglesia con frecuencia “buscan ser acogidas dondequiera que van crean lo que crean”. Sin embargo, hay algunas iglesias que dicen “si vas a ser miembro de nuestra comunidad en Cristo, esto implica disciplina y compromiso, de manera que no perteneces tan sólo por virtud de ser hijo de Dios, sino por virtud de estar dispuesto a comprometerte con este modo de ser hijo de Dios”, enfatizó, agregando que ésta es la posición de la Iglesia Católica Romana.

La Iglesia Episcopal podría ser “conocida como una Iglesia que recibe a cualquiera en la Mesa del Señor, dispuesta a tomar en cuenta las dudas, dispuesta a dialogar con personas de todas las creencias y de ninguna -una posición generosa como Iglesia”, sugirió.

“¿Queremos que nos conozcan como una Iglesia que va hacia el futuro? ¿O queremos que nos conozcan como una Iglesia que tiene algunas fronteras, algunas expectativas [legales y canónicas], también con expectativas [prácticas] y educativas, o queremos estar en el medio?” preguntó ella. “Quiero decir, ¿quiénes vamos a terminar de ser? Ésta es justamente una de las cosas acerca de esta discusión que me ha dado que pensar”.

Esas dudas crean aun un contexto mayor para el problema de la comunión. Eliminar el requisito bautismal para participar en la comunión tendría indudablemente grandes implicaciones ecuménicas. En 2008, la Comisión Permanente Interanglicana sobre Relaciones Ecuménicas sostuvo su oposición a una mesa abierta en el reconocimiento -que alguna vez fuera revolucionario- de un bautismo común, haciendo notar que esa aceptación “ha hecho posible las empresas ecuménicas”.

En La visión ante nosotros [The Vision Before Us] la comisión advirtió que “un paso hacia la comunión oficial de los no bautizados debilita, amenaza y, en último término, niega los dogmas ecuménicos básicos”. Los miembros también advirtieron que la credibilidad anglicana en el diálogo ecuménico se ve amenazada cuando los textos anglicanos dicen una cosa, pero la práctica sugiere otra.

“La práctica de admitir personas no bautizadas a la Eucaristía echa por la borda un siglo de entendimiento y desarrollo ecuménicos”, concluyen.

La mujer que acudió a San Marcos en busca de apoyo ha seguido asistiendo a la parroquia regularmente, y Carmichael dijo que ellas dos han sostenido “conversaciones regulares respecto a cómo puede llegar a participar más en la comunidad y eso incluye, cuando esté preparada, la decisión de ser bautizada”.

“No es un prerrequisito para poder participar en la vida comunitaria, ya que eso es una decisión adulta acerca de su fe, pero yo estoy dispuesta a acompañarla en el trayecto cuando ella esté dispuesta”.

Infórmese más al respecto

A continuación una lista escogida de materiales adicionales (además de los apuntados antes) sobre el tema de las personas no bautizadas que reciben la comunión:

“Baptism, Eucharist and Ministry (Faith and Order Paper No. 111, the ‘Lima Text’), World Council of Churches Faith and Order commission (1982)
[“Bautismo, eucaristía y ministerio (Documento de Fe y Orden No. 111, el llamado ‘Texto de Lima’), Comisión de Fe y Orden del Concejo Mundial de Iglesias (1982]

Open, the journal of the Associated Parishes for Liturgy and Music, essays
[Open, el diario de Parroquias Asociadas para Liturgia y Música, ensayos]

  •   “Baptism and eucharist: challenges,” Andrew Waldo (2000)
  •    “Baptism and communion,” Stephen Reynolds (2001).

Ensayos publicados en Anglican Theological Review

  •   “Baptism, Eucharist, and the Hospitality of Jesus: On the Practice of ‘Open Communion,'” James Farwell (2004)
  •   “In Praise of Open Communion: A Rejoinder to James Farwell,” Kathryn Tanner (2004)
  •   “A Brief Reflection on Kathryn Tanner’s Response to ‘Baptism, Eucharist, and the Hospitality of Jesus,'” James Farwell (2005)
  •   “Opening the Table: The Body of Christ and God’s Prodigal Grace,” Stephen Edmondson (2009).

— La Rda. Mary Frances Schjonberg es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducido por Vicente Echerri.

En inglés: http://bit.ly/IWxILP