Una ‘puerta trasera’ lleva a la vocación en diseño litúrgico y al sacerdocio

Por Sharon Sheridan
Posted Apr 4, 2012

The Lazarus Chapel at the Cathedral Center of St. Paul in the Diocese of Los Angeles as redesigned by Cindy Voorhees.

[Episcopal News Service] Como diseñadora litúrgica y constructora de Iglesias, la Rda. canóniga Cindy Evans Voorhees conoce todos los detalles de entradas y salidas, ápsides y naves. Pero, en su vocación, es la puerta trasera la que ella encuentra particularmente útil.

“Por casualidad, siempre que incursiono en el terreno de la igualdad de las mujeres lo hago por la puerta trasera. Muy bien, ya encontraré el modo,” dice.

Si bien ella es en la actualidad una sacerdote episcopal en la diócesis de Los Ángeles, no la dejaron ser acólito mientras crecía en lo que ahora es la Iglesia Evangélica Luterana de América. “Pregunté y se limitaron a decirme ‘oh, no, sólo los varones'”.

“Yo no me enojé. Sencillamente, así es como eran las cosas”, dijo ella.

The Lazarus Chapel before it was redesigned.

Cuando quiso jugar béisbol en la escuela primaria, le dijeron que las niñas no jugaban béisbol, se limitaban a animarlo. En lugar de eso, ella se convirtió en “una excelente jugadora de teterbol”.

“Siempre fui muy atlética. Nunca dejé que mi cuerpo femenino me reprimiera, pero creo que a veces el mundo lo hizo. Yo sencillamente daría la vuelta.”

Su padre, sociólogo y maestro carpintero, le diría: “Ninguna hija mía va a ser secretaria. No vas a aprender economía doméstica ni mecanografía… si sabes esas cosas, eso es lo que te van a pedir que hagas”.

“Aprendí carpintería, mecánica automotriz, metalistería, dibujo técnico”, cuenta. “De hecho fui profesora auxiliar en el taller de metalistería de un colegio universitario y en el taller de carpintería de una primaria superior… Mi padre siempre me estaba llevando al garaje, para fabricar cosas. Siempre me gusta decir que puedo blandir un martillo.”

Al entrar en la universidad, “supuse que entraría directamente en las clases de arquitectura”. Pero cuando ella indagó, “el profesor dijo que no, que siendo una muchacha sería una perturbación en su clase.

“Luego me dirigí al departamento de arte y me especialicé en bellas artes. Mi primer trabajo sería en el departamento de diseño y construcción de una importante empresa de muebles”.

En 1985, agrega ella, “el presidente despidió a todos en el departamento y me dijo que me dispusiera a construir edificios, y luego cambié de compañía y comencé a construir edificios allí mismo”. Ella obtuvo una licencia de contratista general y, como autodidacta, aprobó los exámenes para llegar a ser diseñadora de interiores. “Me convertí en diseñadora, me convertí en contratista, al cabo de 20 años, la gente sencillamente me llama arquitecta”.

Se mudó de California a Texas, y luego a Washington, D.C., a Chicago y finalmente regresó a California, donde ahora vive en Huntington Beach. Cuando se iba de Chicago, el pastor de la iglesia no denominacional a la que asistía se adelantó a escribirle al pastor de una iglesia en California quien, cuando ella llegó en 1990, le pidió que hiciera una cita para verle. “Entré y el tenía los planos allí y me dijo. ‘¿Querría construirme una iglesia?'”.

Fue allí donde ella conoció a su futuro socio de diseño, el asesor litúrgico Walter Judson, de Judson Studios, quien la estuvo asesorando hasta su muerte ocurrida 10 años después. Eso la llevó a empezar su propia carrera en diseño litúrgico, que la ha hecho participar en proyectos en más de 300 iglesias, además de algunas sinagogas y un templo de los Hare Krishna.

“Esto es una vocación”, afirma. “Un típico diseñador de la calle no podría diseñar una iglesia. Conlleva un largo período de preparación sobre lo que cada denominación quiere -sus costumbres, sus rituales. Tienes que aprender el lenguaje de cada denominación o el no denominacional. Tienes que conocer su forma de gobierno, si se trata de una sesión o una junta parroquial, un consistorio o [un consejo de] ancianos… Conlleva extrema paciencia trabajar con comités y congregaciones que procesan el cambio.”

Entre tanto, Voorhees había dejado la Iglesia Luterana y había estado asistiendo a iglesias no denominacionales.

“Cuando yo era pequeña, probablemente de 8 o 9 años, solía mirar constantemente al púlpito, “creo que suponía que debía estar allí'”, dijo ella. “El modelo luterano de pastor… no era el que me venía bien por alguna razón. Lo abandoné y fui a la universidad. Seguí adelante con la vida”.

Después de que comenzara a diseñar iglesias, empezó a tener “sensaciones raras, como de que Dios tocaba a la puerta. Recuerdo el haberme preguntado por qué tenía esta sensación de que estaba siendo atraída al altar, al púlpito”.

En 1993, entró en la iglesia episcopal de San Wilfrido de York [Wilfrid of York] en Huntington Beach, donde una mujer sacerdote estaba celebrando la Eucaristía. “Una inundación de emociones me golpeó como una tonelada de ladrillos”. Ella se dio cuenta: “ese era el llamado, al sacerdocio… Recuerdo el haberme sentado allí en el banco sollozando”.

“Y luego hui de ello por casi cinco años”, comenta. “Finalmente mi director espiritual me dijo: ‘creo que harías mejor si ingresas en el programa [de discernimiento]'”.

Voorhees fue ordenada al diaconado en 2004 y al presbiterado en 2005. Ella es [sacerdote] auxiliar en la pro catedral de San Juan [St. John’s ProCathedral] en Los Ángeles, pero sigue trabajando en su empresa Voorhees Design. La mayoría de los asesores litúrgicos en el país son sacerdotes ordenados, hizo notar ella.

Más de 35 años después de que la Convención General aprobara la ordenación de las mujeres al presbiterado, Voorhees aún ve “un techo de vidrio emplomado” en la Iglesia Episcopal.

“Ese techo de vidrio no se va a romper hasta que la imagen de Dios deje de ser solamente masculina, porque como representantes de Cristo en la tierra, como sacerdotes, seguimos usando una figura masculina para representar esa imagen”, afirmó. El “techo” no se romperá hasta que “comencemos a usar realmente un lenguaje inclusivo y realmente mostremos y enseñemos que Dios no es un hombre con una barba blanca en el cielo”, sino más bien que Dios no es “ni masculino ni femenino”, agregó. “Probablemente eso no va a suceder en el futuro próximo, y es por eso que yo sigo por el camino recto como mujer sacerdote, modelando el sacerdocio como masculino y femenino en su totalidad. Necesitamos ambos para estar completos”.

“Puede que yo nunca vea completa la igualdad”, agregó. “No soy más que una humilde sacerdote, que hace su parte del trayecto y que desempeño mi papel en la historia por el sacerdocio -no por las mujeres, sino por el sacerdocio, para hacerlo un sacerdocio completo. Y eso está bien”.

“Puedo apoyar la imagen de Dios como hombre o como mujer en las artes”, añadió, “en los vitrales, en los iconos, en las imaginería escultórica”. Ella diseñó el vitral en el centro [diocesano] de la catedral de San Pablo [St. Paul’s] en Los Ángeles, que incluye las imágenes de Julián de Norwich, Hildegardo y Teresa de Ávila y un icono en el altar de las mujeres en torno a Cristo crucificado. “Fue deliberadamente diseñado con las mujeres en mente, y resultó maravilloso que el obispo diocesano [J. Jon Bruno] hiciera eso”.

Trabajar en tantas iglesias le ha dado a Voorhees una perspectiva global sobre los retos a que se enfrenta la Iglesia Episcopal y cómo “en la actualidad la situación difícil es muy semejante” y transciende las fronteras denominacionales. En una cultura crecientemente secular, dijo ella, el lenguaje y la estrategia evangelizadores de la Iglesia deben ser “completamente reformados y modernizados”.

La Apple usa ahora el término “evangelista” para sus equipos de venta, y llama a sus tiendas “capillas Apple”, dice ella. “Apple es su propia religión, y nosotros estamos perdiendo terreno… No estamos llegando [a la gente promedio] donde ellos ahora mismo se encuentran. Es un mundo muy lastimado, y nosotros seguimos pensando que todos van a venir a nuestras puertas”.

“Necesitamos algún portavoz carismático que pueda hablar realmente con los medios de prensa y abordar los problemas de actualidad, y [hacerlo] de una manera muy franca”, [alguien] que se convierta en la persona de la Iglesia Episcopal a la que se dirijan los medios de difusión, tales como CNN, que actualmente se dedica a preguntarles a hombres evangélicos sus puntos de vista religiosos.

“Debemos abrazar la tecnología”, prosiguió. Me gustaría ver a obispos e iglesias mantener contacto vía Skype y apps, y juegos, reportajes y películas concebidas “de modo que puedan usarse en iPads en todas las guarderías y escuelas dominicales, porque eso es lo que los niños van a usar”.

Otras ideas para revitalizar la Iglesia incluyen el elegir más episcopales como funcionarios del gobierno y mudar el centro denominacional a Washington, D.C. más cerca del “pulso del gobierno y de la configuración de la política”, invertir en la preparación de líderes y en la evangelización; y enseñar a diezmar, subrayó. “Tenemos que levantar a nuestros mejores y más brillantes líderes y ayudarles a establecer la visión de la Iglesia”.

Ella dijo también que la Iglesia debe “reformularse and revenderse” and “llevar nuestro mensaje a la calle.

“Tenemos que ir [a buscar a la gente] a las calzadas y a los caminos. Ellos no van a venir.”

“Para mí, la Iglesia Episcopal es lo que la mayoría de las personas anda buscando, afirmó. “Simplemente no saben quiénes somos”.

— Sharon Sheridan es corresponsal de ENS. Traducido por Vicente Echerri.

En ingles: http://bit.ly/HqfjoU