‘Nueva reunión comunitaria’ une a los ministerios episcopales étnicos

Por Pat McCaughan
Posted Mar 8, 2012

[Episcopal News Service] Relatos de fe y de testimonio personal animaron la histórica “Nueva Reunión Comunitaria”, que tuviera lugar en San Diego, California, del 29 de febrero al 3 de marzo, a la que asistieron unas 300 personas —asiáticos, negros, latinos y nativoamericanos— clérigos y laicos de todo el ámbito de la Iglesia Episcopal.

El compromiso comunitario, el centrarse en la misión y la colaboración, estuvieron al tope de la agenda del evento, que sesionaría bajo el lema de “Reclamar nuestra misión; reinterpretar nuestros contextos y renovar nuestras comunidades”.

Organizada a través de la Oficina de Ministerios Étnicos de la Iglesia Episcopal, la reunión constituyó un desafío para los entusiastas participantes —así como para la Iglesia en general— de abrazar la renovación a través de la misión creadora, compartir recursos y responder al contexto étnico y comunitario.

“Había la sensación de que la oportunidad estaba madura para esta histórica reunión”, dijo el Rdo. Winfred Vergara, misionero para el Ministerio Episcopal Asioamericano. “Es sencillamente un tiempo de compartir alegrías y esperanzas y de repensar posibilidades”.

“Debemos encontrar resonancia en las experiencias mutuas, porque hemos experimentado el rechazo, y porque tenemos la capacidad para la acogida y el abrazo”, afirmó. “El Espíritu está aquí, expresando que podemos acercarnos los unos a los otros debido a las dolorosas experiencias comunes y a la visión común de la esperanza”.

Todos fueron bienvenidos a asistir a la reunión, aunque el foco era el multiculturalismo. La idea para el evento surgió de los festivales multiétnicos de la Convención General y de las conferencias de discernimiento vocacional para jóvenes adultos de color, pero [este] fue el primer evento en su clase de desarrollo de liderazgo, añadió Vergara.

La obispa primada, Katharine Jefferts Schori, saludo a los participantes el 1 de marzo a través de Skype desde Taiwán, mientras Bonnie Anderson, la presidenta de la Cámara de Diputados, se dirigió a la reunión durante la sesión plenaria del 3 de marzo sobre vocación y discernimiento laicos. El obispo Stacy Sauls, jefe de operaciones de la Iglesia Episcopal, presidió un oficio de comisión, y entre los presentadores se contaban el Muy Rdo. Michael Battle, del Instituto de Batalla por la Paz [PeaceBattle Institute Inc.],  de Raleigh, Carolina del Norte, y el Dr. Rodger Nishioka, profesor asociado de educación cristiana en el Seminario Teológico de Columbia, en Decatur, Georgia.

La Rda. Angela Ifill, misionera de la Iglesia Episcopal para el ministerio de los negros, dijo que ella esperaba que los participantes continuarían utilizando percepciones adquiridas y que aprovecharían futuras oportunidades “de aunar esfuerzos para entenderse unos a otros a partir de nuestras diversas comunidades y para apreciar la perspectiva de cada cual… y un sentido de que esto es bueno y que necesitamos seguir haciéndolo”.

Recuperar la misión: una historia de Richmond

La Rda. Lynne Washington, vicaria de la iglesia episcopal de San Pedro [St. Peter’s] en Richmond, Virginnia, describió cómo la congregación se esforzaba en recuperar su misión en medio de un contexto de cambios.

Inicialmente, la iglesia de San Pedro, fundada en 1858, parecía no ajustarse a su comunidad adyacente, donde el 40 por ciento de los residentes viven en viviendas municipales y no se gradúan de secundaria. La mayoría de los feligreses de la congregación eran graduados universitarios y venían de otras zonas a trabajar a la ciudad, explicó ella.

Luego de un extensivo adiestramiento en el discipulado, encuestas congregacionales y comunitarias y revisiones de la misión de la Iglesia, Washington rediseñó la liturgia dominical para ajustarse a las necesidades de la comunidad.

“Si tienes una comunidad donde el 40 por ciento de las personas no han terminado la escuela secundaria, el libro de oración es una piedra de tropiezo”, afirmó ella. “El Himnario de 1982 es una piedra de tropiezo. De manera que contraté a una músico bautista y ella ha sido maravillosa porque toca una música con que la comunidad puede relacionarse”.

El folleto del oficio se usa como una herramienta pedagógica y ella adaptó el popular rito eucarístico [U2charist] a una “misa experimental llamada la ‘Misa de la Tierra, el Viento y el Fuego’.  Mi primera idea cuando vi U2charist fue, está bien, pero no va a funcionar aquí”, señaló Washington.

“Tenemos una asistencia promedio los domingos de 45 personas. Pero en la Misa de la Tierra, el Viento y el Fuego teníamos más de 125 personas. Tal vez ahora estamos entendiendo algo. Tal vez es una herramienta de evangelización. Sólo sé que el domingo funcionó”.

La iglesia invirtió en una página web y en publicidad en los periódicos de la comunidad afroamericana, re-energizó su actividad de extensión comunitaria y deliberadamente se concentró en los ministerios de jóvenes y ancianos. Sin embargo, los recursos limitados hicieron improbable la contratación de un líder de juventud o de un director de educación cristiana; ella espera compartir materiales con otras congregaciones “y no necesariamente iglesias episcopales”, dijo en la reunión.

“He pedido que vengan misioneros a la zona deprimida de la ciudad y aprendan de nosotros”, añadió Washington, quien hasta hace poco era la directora ejecutiva del Centro Comunitario de San Pedro y San Pablo. Este centro, fundado por la iglesia, se mudó hace varios años del salón parroquial a un edificio de enfrente recién construido. “Sé que es posible porque muchos de estos mismos individuos trabajan de voluntarios en el centro comunitario dando clases a los niños”.

La buena noticia es que la congregación es receptiva al cambio, añadió. “Cuando comenzamos este proceso, esta [consigna] se convirtió en un mantra para nosotros: para crecer tenemos que estar dispuestos a cambiar. También teníamos muy claro que no aspirábamos a que la diócesis nos rescatara, y que eso es importante como congregación”.

“Tenemos nuestro propio sentido de independencia, porque durante muchos, muchos años tuvimos este ADN paternalista de que alguien iba ayudarnos o que alguien iba a arreglarnos. Esa actitud nos despojaba de gran parte de nuestra fuerza, y ahora la hemos recuperado”.

El obispo Jim Mathes, de San Diego, que le dio la bienvenida al grupo, dijo que la diócesis también está en proceso de relocalizar su sede en la zona de Ocean Beach, donde actualmente ofrece 3.000 contactos de servicio al mes a través de grupos de 12 pasos, comidas, asistencia médica y legal e incluso cortes de pelo.

“Hemos establecido una misión y ministerio allí. Ahora vamos a reunir a los que han sido servidos y a encontrarles congregación”, señaló.

Contextualmente, la diócesis identificó el foco de su misión como activismo y acción en las áreas de inmigración y problemas fronterizos, pobreza y falta de vivienda y ayuda a los veteranos.

Ingresar en la comunidad de una manera nueva es fascinante, apuntó él. “Este sitio me va a cambiar…el liderazgo será transformado por este enfoque misional. Toda la comunidad será transformada”.

Evangelización y renovación comunitaria

Escuchar las historias personales de fe de otros es uno de los más convincentes testimonios evangélicos de que disponemos; sin embargo, con frecuencia los episcopales ni siquiera contemplan esa opción, dijo el Rdo. Anthony Guillén, misionero de la Iglesia Episcopal a cargo del ministerio latino/hispano.

“No nos damos cuenta de los magníficos vendedores que somos”, afirmó. Desde computadoras a películas hasta restaurantes, la gente siempre está hablando acerca de sus opciones preferidas, ofreciendo una especie de charlas promocionales sin siquiera darse cuenta, apuntó.

“Vendemos todos los días, al decirle a la gente donde deben ir para conseguir todas las cosas, salvo lo que proclamamos como buenas nuevas”, añadió Guillén, quien espera que la reunión de San Diego ejemplificará “una imagen de lo que será la Iglesia”.

“Si tuviera una magnífica comida,  se lo contaría a la gente y le diría dónde encontrarla. Tenemos que empezar por decirle adonde ir para satisfacer el hambre que tenemos en nuestras almas”.

Un encuentro con un amable capellán en una escuela anglicana de Hong Kong resultó tan poderosa que 30 de los 33 estudiantes budistas pidieron ser bautizados en la graduación, recordó Mimi Wu, coordinador de la red de Ministerio Asiáticos de la VIII Provincia.

Ella fue uno de esos estudiantes. “Yo digo que la evangelización es el amor en acción y yo lo he visto”, dijo Wu, de la diócesis de Hawái. “El capellán nos pastoreó, nos dio mucho amor y comprensión”.

Para el Rdo. Canónigo René Barraza, la evangelización vino en la forma de invitaciones persistentes de parte de amigos, que se mantuvieron invitándolo a la iglesia de San Atanasio [St. Athanasius] en Los Ángeles, donde él ahora presta servicios como pastor.

“Cuando llegué de México, me sentí fuera de lugar allí. No me gustaba (San Atanasio) en lo más mínimo”, recordaba Barraza, de 69 años. “Era una estructura de madera, pequeña y oscura. Estaba acostumbrado a grandes iglesias catedrales catolicorromanas con vidrieras emplomadas. Ésta me asustó. Decidí no volver. Pero mis amigos siguieron invitándome.

“Ahora me alegro de haber vuelto con una actitud receptiva. Me invitaron a leer y luego a servir de acólito y una cosas me llevó a la otra y he estado creciendo en mi fe desde entonces”.

El Rdo. Joseph Jerome dijo que la evangelización había significado haberse acercado deliberadamente a los demás en la comunidad de Sunnyside en la diócesis de Long Island, donde él es rector de la iglesia de Todos los Santos [All Saints Church], una congregación mayoritariamente anglosajona.

Para ellos esto ha significado ser deliberadamente acogedores y desestimar el dicho popular de que “hay dos lados en Sunnyside, el mío y el otro lado ”, añadió Jerome, que es negro y sirve como presidente de la Comisión Hispana de la diócesis.

La evangelización para el Rdo. Edgar Gutiérrez advino en la forma de la cálida acogida que él recibió. “Soy un homosexual que dejó la Iglesia Católica debido a su posición respecto a las mujeres y los homosexuales”, afirmó.

El rector de la iglesia de San Lucas, una congregación bilingüe y multiétnica de Boston, dijo que él había sentido “un llamado al sacerdocio desde que era niño”.

La reunión ofreció una oportunidad de “recargar”, así como “una sensación de familia, de la manera en que una familia nos alimenta, y una fuente de información e inspiración”.

Reconocer el multiculturalismo; la importancia de la interconexión

Marcel Pereira, de 31 años, asistió a la reunión de la diócesis de Curitiba en Brasil y descubrió que “los problemas que ustedes enfrentan en Estados Unidos son muy semejantes a lo que vemos en Brasil.

“El mundo multicultural en que vivimos y la manera en que abrazamos la diversidad sin convertirnos en otra cosa son sólo algunos de los problemas”, dijo.

“Las soluciones que encontramos respecto a la Nueva Comunidad es una respuesta para todas las otras partes de la Iglesia”, agregó. “Son los mismos problemas del siglo XXI, acoger a todos de manera radical, cambiar la lengua y la cultura. Además de la tecnología. Solíamos estar orientados hacia el libro; ahora estamos orientados hacia la imagen y tenemos que entender el modo de abrazar esta cultura”.

Para el Rdo. Brandon Mauai, de 27 años, la interconexión de compartir historias y materiales lo atrajo a la conferencia de San Diego.

“Todos tenemos diferentes historias de los sitios de donde venimos que muestran nuestra diversidad. Yo tengo un origen asiático, nativoamericano y polinesio”, afirmó Mauai, que sirve como ministro de la juventud en la Reserva Nativoamericana de Standing Rock en Dakota del Sur. “Mi experiencia es la experiencia filipina en Hawái y ayuda a que compartamos nuestras historias unos con otros y con la Iglesia Episcopal”, afirmó.

“Ayuda a cultivar la fe, y la esperanza y el amor tal como lo vivimos a diario y nos ayuda a mostrarlo a los demás, a tener un efecto de onda, especialmente con la juventud de la reserva que necesita desesperadamente esa esperanza”.

El obispo Dave Bailey dijo que la conferencia representa otro paso en el camino a través de “la autoconciencia y la autodeterminación” para su diócesis de Navajolandia, así como para otras comunidades con problemas.

“Es importante para nosotros en esta reunión asumirnos como la Nueva Comunidad al apoyarnos mutuamente de una manera nueva y vivificante, reconociendo que no tenemos que estar en competencia, sino confirmar lo que tenemos en común al tiempo que apreciamos aquellos que [a cada cual] nos distingue”, dijo.

“Creo que esto es un nuevo comienzo para la vida de la Iglesia y de muchas maneras puede ser vivificador para muchas de nuestras diócesis que pueden estar estancadas”.

Diane Bruce, la obispa sufragánea de Los Ángeles llamó a la reunión “el nuevo rostro de la Iglesia”. Ella vino “a aprender y a apoyar la conferencia. Esto es sólo el comienzo”, afirmó. “Espero que haya más de estas conferencias y que nos congreguemos con más personas y sus obispos”.

Para Bernadette Wyche, de la Iglesia Episcopal Africana de Santo Tomás [St Thomas] en Filadelfia, y Trevor Bryan II de San Lucas [St. Luke’s]en Nueva Orleáns, cuyas congregaciones son compañeras a través de la Iniciativa de Nuevas Visiones del Ministerio de los Negros, esta asamblea fue una reunión de seguimiento.

El programa asocia a prósperas congregaciones afroamericanas con iglesias más pequeñas. Bryan dijo que la reunión de San Diego “ofrecía muchísimo.

“Siempre que tenemos la oportunidad de asociarnos con comunidades indígenas, asiáticas y latinas/hispanas descubrimos que tenemos muchas experiencias semejantes. Estamos en diferentes etapas de esas experiencias, pero hay mucho que podemos aprender de estos intercambios culturales”.

Sarah Eagle Heart, la misionera nativoamericana de la Iglesia Episcopal dijo que la reunión le brindaba a los misioneros una oportunidad de contar sus propias historias porque “a veces la gente realmente no entiende lo que hacen los misioneros étnicos.

“Nuestro trabajo cubre toda la gama desde la formación cristiana hasta la promoción social pasando por la preparación teológica”, dijo. Los misioneros han creado vídeos, siguió explicando ella, de manera que la Iglesia, en su más amplia acepción, tenga una idea del abanico de sus responsabilidades y de la importancia del ministerio étnico.

Ella espera que la Iglesia “ayudará a recobrar la cultura y el lenguaje porque ambos formaron parte de la Iglesia que los quitó… y que, Dios mediante, ayudará a devolverlos”.

Ella describió los talleres como el evento acerca del desarrollo de una comunidad basado en recursos y de programas de recuperación que ella supervisa, y que son “un convincente enfoque para desarrollar un círculo más amplio de personas a la cuales dedicarse… y alcanzar metas mediante el descubrimiento y la movilización de sus recursos ya presentes en esa comunidad”.

Los cristianos indígenas tienen mucho que ofrecer, dijo Eagle Heart, que pertenece a la nación oglala lakota. “Nuestro pueblo tiene una multitud de dones y de sabiduría cultural que compartir con otros mientras lleva a cabo su trayectoria espiritual… tener una familia de partidarios que compartan retos comunes  y puedan alentarse mutuamente mientras continúan el proceso de ordenación o la preparación laical es una singular bendición.

“Me siento orgulloso de mi equipo de misioneros étnicos que fueron proféticos en echar los cimientos de esta conferencia sobre formación cristiana a lo largo de toda la vida para garantizar que este evento fuese un momento de renovación transformadora.  La bendición de la salvia y el agua por la anciana diácona Reynelda James (Paiute) con las mujeres indígenas fue un momento sagrado de curación para el círculo de parientes reunidos”.

Otros de los talleres que se presentaron incluían: misión y promoción; evangelización; jubileo y justicia social; viaducto de la escuela a la prisión, la doctrina del descubrimiento; ministerio de los bautizados; formación medioambiental; tecnología en el ministerio y mayordomía.

Longkee Vang, de 24 años, de la iglesia de los Santos Apóstoles [the Holy Apostles], en San Pablo, Minnesota, que tiene la población hmong más grande de la Iglesia Episcopal, dijo que ella se había sentido compelida a asistir a la reunión porque “yo quiero un cambio”.

“Vine para mostrar que estoy en disposición de ayudar a producir un cambio, para estar entre las personas que sienten lo mismo que yo, para estar entre las personas influyentes que pueden hacer un cambio significativo en la Iglesia.

“Quiero ver que se produce un auténtico cambio, con el que hemos soñado. Esta es una oportunidad de relacionarnos con otros que quieren cambiar también”.

— La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service y está radicada en Los Ángeles. Traducido por Vicente Echerri.