Un origen privilegiado le dio poder a una mujer para cambiar el sistema

Por Sharon Sheridan
Posted Feb 23, 2012
Happy Jones

Dorothy "Happy" Jones

[Episcopal News Service] Durante el Mes de la Historia de los Negros, ENS publicará entrevistas con episcopales que participaron en el movimiento de los derechos civiles y en la obra de reconciliación de la Iglesia.

“Me gusta buscar líos,” dice Happy Jones, que recuerda su pasado con entusiasmo e hilaridad. “Es sencillamente divertido”.

En verdad, Jones, de casi 75 años -cuyo nombre de pila es Dorothy- causó su parte de “líos” durante el movimiento de los derechos civiles en Memphis, Tennessee, y aún no se rinde.

“Siempre me interesó la política”, dice Jones, que creció en el seno de una prominente familia de Memphis. “Cuando cumplí 21 años, lo primero que hice fue ir al centro de la ciudad para inscribirme para votar. Fue como el regalo de cumpleaños que me hice a mí misma”.

Ella se unió al Partido Republicano

“Eso era cuando era el partido de Lincoln, querida, y en el Sur estaba compuesto mayoritariamente de negros”, dice. “El trato era que los negros y los blancos votarían por los candidatos nacionales republicanos, pero los negros tenían que votar por los demócratas en las candidaturas locales”.

Ella cuenta que bajo la maquinaria política de Edward Hull Crump (apodado “Boss” o “Jefe”) “acostumbraban a sacar presos, ponerlos en un autobús y llevarlos a los colegios electorales y votaban todos los muertos. Esto básicamente sólo sucedía en los precintos negros. Votarían por quienes les dijeran que votaran”.

“Había un grupo de blancos republicanos que quisimos romper esa maquinaria”, dijo Jones. “Esencialmente, establecimos un sistema bipartidista”.

Su participación en el movimiento de los derechos civiles comenzó después que el Rdo. Martin Luther King Jr. fue asesinado en el Motel Lorraine en 1968 luego de visitar Memphis para apoyar una huelga de obreros afroamericanos empleados en la recogida de basura.

“Inmediatamente después del asesinato del Dr. King, allí se produjo una conmoción bastante seria” recuerda ella. Un día, se invitó a almorzar con alguien de la sede del Partido Republicano que estaba reunido con Jocelyn Wurzburg, una judía que intentaba establecer un capítulo local del Panel de Mujeres Americanas [Panel of American Women] organización dedicada a crear conciencia del prejuicio, el racismo y la discriminación.

Jones se incorporó a este empeño. Integrada al panel de mujeres judías, católicas, afroamericanas y blancas protestantes- habló asociaciones de padres y maestros, en iglesias y en agrupaciones cívicas “por toda la ciudad”.

“Lo acordado era hablar acerca de los prejuicios raciales y de lo dañinos que eran” explicó ella. “Fuimos muy bien recibidas en la mayoría de los lugares”.

Por supuesto, hubo una vez en que estaba sentada al lado de un hombre en un avión con destino a Atlanta. Y al preguntarle a qué se dedicaba, Jones le dijo que pronunciaba discursos sobre “qué gran país era éste y lo maravillosa que era la democracia”.

El hombre era el presidente del Consejo de Clubes Cívicos de Bluff City. Creyó que el Panel de Mujeres Americanas sonaba patriótico y las invitó a hablar.

El Consejo, cuenta Jones, “era lo más cercano al Consejo del Ciudadano Blanco que uno habría encontrado en Memphis. Yo lo sabía”.

“No fuimos bien recibidas, pero resultó divertido. Lo peor fueron los auxiliares del alguacil sentados al fondo y haciendo comentarios desagradables. Ellos no fueron amables, especialmente cuando vieron a una afroamericana entrar con nosotras”.

Con mucha frecuencia cuando las miembros del Panel hablaban en alguna parte, contaba ella “las personas del público nunca habían visto a una mujer negra y a una blanca interviniendo como iguales y siendo más o menos de clase media y todo lo demás”. Si bien no podrían haber influido en el consejo de Bluff City, dice, “creo que marcamos una diferencia en otras organizaciones”.

Entre tanto, los obreros de la recogida de basura de Memphis estaban preparándose para ir de nuevo a la huelga porque el municipio no reconocía al sindicato. Jones y Wurzburg organizaron un recorrido en autobús para que la gente pudiera ver cómo vivían esos obreros. Se apareció tanta gente que tuvieron que alquilar un segundo autobús.

La mayoría de los participantes eran mujeres “blancas, republicanas y preocupadas [por la situación]”, contaba Jones. “No querían ver que la ciudad cayera en el caos en que se había visto inmersa el año antes” cuando mataron a King.

El día después del recorrido, las mujeres visitaron el ayuntamiento para reunirse con el alcalde y el concejo municipal. “Vine a terminar como una especie de portavoz del asunto… Lo que hicimos fue redefinir el problema. Dijimos: No se trata sólo de un problema de obreros y patronos. Este es un problema de hambre, pobreza y racismo”.

“¿Sabes qué? Nos escucharon. Escucharon con mucha atención. Al sindicato lo reconocieron casi inmediatamente, y no tuvimos otra huelga”.

Pero no todo el mundo quedó complacido. Los teléfonos de ellas “sonaban sin cesar con llamadas ofensivas”, contaba Jones. “No podía dejar que mis hijos respondieran el teléfono, así de horrible era… Fue entonces que el Partido Republicano me echó, al menos como funcionaria” (Ella ahora es demócrata).

Luego, se enfrentaron a la política de la junta de educación de Memphis de no solicitar fondos federales para almuerzos gratuitos de los escolares pobres. “No querían que el gobierno federal se inmiscuyera en sus asuntos. Ese era su argumento”, contó ella.

Antes de la siguiente elección de la junta de educación, ella visitó todas las escuelas negras de la localidad, situadas “en barriadas pésimas” y registró quiénes podían y quiénes no podían costear el almuerzo. “La norma era, si no puedes comer, tienes que ir y sentarte en la cafetería. ¿Podrás creer eso?”.

Ella hizo que un grupo de mujeres la acompañaran a la próxima reunión de la junta de educación, donde presentó sus resultados. “Simplemente les dije que era cruel lo que estaban haciendo, y que no había ninguna razón en el mundo para no dar almuerzos gratuitos en esas escuelas. Ellos votaron enseguida y ese mismo día se obtuvieron los almuerzos gratis”.

Eso provocó otra llamada cuando ella llegó a la casa, esta vez era de su padre, que era ultraconservador. “A él no le había gustado lo que yo había estado haciendo en el último año, para decir lo menos”, contó. Yo había estado en las noticias de la 5 de la tarde, y él me dijo: ‘Sabes, nunca entenderé lo que haces ni por qué lo haces, pero en verdad lo estás haciendo bien’. Eso era lo más cercano a un cumplido de su parte”.

Al reflexionar sobre estos éxitos, ella comentó: Teníamos algún poder. En 1968, yo había sido mencionada por el periódico local, The Commercial Appeal, como una de las 20 figuras políticas más influyentes del condado. Eso te da un poco de poder”.

Cuando [a los políticos] los confrontaba un grupo de mujeres blancas, republicanas y activistas de la política local “sencillamente no podían ignorarlo”. dice ella. “Caramba, esa eran las personas que los ponían en el cargo… Además, resultaba penoso. Las mujeres de mi clase no se suponía que estuvieran haciendo eso. Se suponía que asistiéramos a las reuniones de la liga menor. Eso era lo esperado”.

Habría sido diferente si ellas hubieran sido negras o blancas de clase baja, agregó.

A lo largo de los años, el activismo de Jones continúo orientado hacia varios problemas, entre ellos la violencia doméstica, y trabajó como terapeuta profesional de matrimonios y familias y como asistente social. En su iglesia episcopal de Memphis, La Gracia-San Lucas [Grace-St. Luke’s], trabaja en el banco de alimentos. En 2009, se contó entre las seis mujeres que recibieron el Premio Leyendas de la Fundación de Mujeres de Memphis por su activismo comunitario.

Al reflexionar sobre las relaciones raciales en Memphis, advierte progreso y motivos de preocupación. La mayoría de las escuelas municipales negras están siendo consolidadas con la mayoría de las escuelas blancas del condado, y “a la gente del condado no le gusta eso en lo absoluto”, comentó ella. “Las tensiones son muy altas ahora mismo”.

“Lo racial aún sigue dividiendo”, añadió. “Pero… tenemos una clase media negra bastante bien establecida, y la mayoría de los barrios que anteriormente eran sólo de blancos, están integrados, en alguna medida. Yo vivo probablemente en el mejor barrio de la ciudad, creo, y ahora está integrado. No en el 50 por ciento o algo así. Tal vez el 25 por ciento. Eso ya es un gran paso”.

—Sharon Sheridan es corresponsal de ENS. Traducido por Vicente Echerri.

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